El aquí y el ahora. Carpe Diem

Puede pasar que cuando las puertas ya están abiertas y no hay prohibición ni cerrojo ante la inmensidad de la oferta, tan vasta y sugerente esperando a ser vivida, que a uno no le apetezca hacer uso y disfrute, porque le basta con saberse libre para hacerlo cuando le plazca. 

Hoy de pronto, al verme sin barreras, con las puertas abiertas para seguir comiéndome a mordiscos el planeta, quise quedarme. Precisamente porque el imperativo de viajar se me antojó banal, quién lo diría, y no encontré destino más hermoso que el de aquí y ahora. Creo que esta vez me quedo. Porque sí, porque quiero. Porque mi viaje en esta ocasión es pequeño, al menos en metros recorridos, pero enormemente revelador y sereno. Mientras la economía global me pide euforia para recuperarse, yo necesito volver a sentir el placer de las pequeñas cosas, saboreando los olores de siempre desde la curiosidad, disfrutando de las sombras de los árboles como un gran privilegio, y sintiendo como mis ojos vuelven a conectar con los colores que siempre los han hecho vibrar.

Hoy opto por plegar en un bolsillo todo ese cielo que se ofrece a mí y ese mundo ávido de ser explorado que se me brinda y que tanto añoré cuando no podía abarcarlo, y con todo aquello a mi abasto, frenar.

Permitidme que me descalce, me recueste, me respire y me escuche en mi libertad de quedarme en mi sitio, cerca, aquí, acariciando el campo de todos mis días y los objetos de mis poesías más cotidianas.

Un vaso, un tenedor, un florerito, un estampado pequeño y delicado. Puede que hoy, que soy libre para viajar, no viaje, porque hay una parte de mí que está disfrutando de no sentir cadenas. 

El mundo está revuelto, dolido, extraño. A lo mejor el No-viajar es una forma de aliviarlo y de echarle una mano.

Y mientras tanto que nadie nos quite la alegría de vivir los momentos y los objetos con una nueva intensidad que reúne todo lo aprendido, la promesa de lo que ha de llegar, pero por encima de todo, el saber valorar lo más importante, eso que a estas alturas ya tenemos que haber aprendido, que es el Carpe Diem, el aquí y el ahora. 

“De vez en cuando la vida nos besa en la boca” cantó Serrat, y creo que es momento de disfrutar de ese beso, y devolvérselo con amor y agradecimiento.

Bienvenidas, Manuelas, a esta pequeña reflexión. Un viaje chiquito a un punto tierno del alma donde lo verdaderamente importante, por cercano y cotidiano, toma vital relevancia.

 

 

 

 

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